Buscando la ciudadanía global musical
Sara Navarro-Lalanda
En la actualidad el discurso sobre la ciudadanía global está presente en nuestro quehacer diario, pero no podemos considerar que la mirada fuera de nuestras fronteras nacionales sea algo lejano a los músicos de otros tiempos.
El tercer programa del Ciclo Sinfónico nos acerca a dos de los autores clásicos por excelencia, Wolfgang Amadeus Mozart y Joseph Haydn, en escenarios distantes a su Austria natal.
A través de este concierto nos adentraremos en el diálogo intercultural y transformaciones del lenguaje musical del último tercio del siglo XVIII. Si por una parte encontramos a Mozart que intenta abrirse camino en París con obras como la sinfonía n. 31 y que juega con los contrastes de los instrumentos solistas en el concierto para dos pianos y orquesta n. 10; por otra parte, encontramos a Haydn en la capital británica, deslumbrando con las denominadas sinfonías londinenses con nuevos modelos que le alejan progresivamente de la época galante.
W. A. Mozart – Sinfonía n. 31 “París”
La búsqueda de una afirmación internacional y de un trabajo de prestigio empujaron a Mozart, de 22 años de edad, a dejar Salzburgo y al arzobispo Hieronymus von Colloredo en 1777 para emprender un largo viaje que lo llevaría a Augsburgo, Mannheim y París.
La Sinfonía No. 31 en re mayor K 297 (K6 300a), también conocida como Pariser Sinfonie (Sinfonía de París) por la ciudad en la que fue escrita y a cuya práctica musical está indiscutiblemente ligada, fue su carta de presentación en el mundo musical parisino.
El compositor ya había estado en la capital francesa de niño, en 1763-64 y en 1766, habiendo sido recibido siempre con gran admiración. La estancia en 1778 no sería tan dulce. El ambiente parisino mostró una indiferencia sustancial hacia el compositor, que luchaba por encajar debido a su falta de propensión al gusto francés. Sin embargo, la oportunidad de escribir una Sinfonía para la compañía del Concert Spirituel fue extremadamente valiosa. Acostumbrado al reducido conjunto instrumental de la corte de Salzburgo y un estilo marcado por la experiencia de Haydn, la composición de esta obra sería un desafío ya que significó componer para un gran conjunto orquestal compuesto de dos flautas, dos oboes, dos clarinetes, dos fagotes, dos trompas, dos trompetas, timbales y cuerdas. Además, esta es la primera sinfonía de Mozart que incluye el uso de clarinetes. A estas novedades en el plano tímbrico se une la utilización de los reconocidos cánones de la sinfonía parisina; imaginario sonoro al que tenemos que unir algunos efectos llamativos que hacen de esta obra un unicum en el catálogo del autor.
La sinfonía fue encargada a Mozart por Joseph Le Gros, director del Concert Spirituel. El estreno tuvo lugar el 12 de junio de 1778 en un concierto privado en la casa del conde Karl Heinrich Joseph von Sickingen, embajador del Electorado del Palatinado, mientras que la primera actuación pública fue seis días después durante el Concert Spirituel.
Emblemática en este sentido es la carta enviada desde París a su padre, que permanecía en Salzburgo. En este escrito datado el 3 de julio de 1778, el compositor nos desvela tanto la crítica situación de salud de la madre, que culmina con el fallecimiento en dicha fecha, como la acogida de esta sinfonía por el público parisino con las siguientes palabras:
“Tuve que componer una Sinfonía para abrir el Concert Spirituel, fue interpretada con todo aplauso el Día de corpus christi […] en mitad del Primer Allegro había un Pasaje que yo sabía muy bien que tenía que gustar, todos los oyentes se sintieron arrebatados – y se produjo un gran aplauso – pero como sabía, cuando los compuse, el Efecto que haría, lo puse al final otra vez – y comenzó otra vez Da capo.
El Andante gustó también, pero sobre todo el último Allegro – como había oído que aquí todos los últimos Allegro finales comienzan como el primero con todos los instrumentos al mismo tiempo y la mayoría de las veces al unísono, comencé con los 2 violines sólo piano durante 8 compases – luego venía en seguida un forte – de forma que los oyentes / como yo esperaba / hicieron chist durante el piano – y entonces vino en seguida el forte –, oír el forte y empezar a aplaudir fue una sola cosa”.
Esta sinfonía está compuesta de tres movimientos:
- Allegro assai
- Andantino
- Allegro
La influencia de las innovaciones de Mannheim, ciudad que había apenas visitado, se pueden advertir en el Allegro assai al comenzar con el ritual premier coup d’archet, con un poderoso efecto al unísono. Este primer movimiento se desarrolla siguiendo la lógica de los grandes contrastes, con dos temas de carácter opuesto, que se suceden con una gran fluidez expresiva.
El tiempo central, un simple Andante en 3/4, no atrajo al director del Concert Spirituel, Legros, por lo que Mozart lo sustituyó por un Andantino en 6/8, técnica que fue recogida con el tiempo por los autores de la época. Este movimiento se caracteriza por un magistral uso del fraseo melódico que otorga una excelsa melodiosidad.
El Allegro final, tan bien descrito por Mozart en su carta, es una especie de brillante movimiento perpetuo, caracterizado por una abrupta diferencia dinámica, que levantó el aplauso del público en su primera actuación y que unido a la locuaz escritura del desarrollo hizo que la partitura permaneciera en el repertorio de la sociedad concertística que la había encargado.
W. A. Mozart – Concierto para dos pianos y orquesta no10
El concierto para dos pianos y orquesta en mi bemol mayor K 365 (K6 316a) fue compuesto por W. A. Mozart en Salzburgo en los meses de enero-marzo de 1779, quizás para ser interpretado junto con su hermana Nannerl. El estreno tuvo lugar el 23 de noviembre de 1781 en Viena, representándose nuevamente el 26 de mayo de 1782 en dicha ciudad.
La escritura de este concierto tiene lugar tras su regreso a Salzburgo, al reincorporarse a su puesto de Konzertmeister y organista. Tras la muerte de su madre no es extraño que Mozart en esta etapa, que será de gran actividad compositiva, encuentre refugio en el ámbito familiar; entorno presente en este concierto si pensamos en cómo los instrumentos solistas dialogan como si se tratara de un momento lúdico y cómplice entre hermanos.
La orquesta es muy reducida, tan sólo dos oboes, dos fagotes y dos trompas (además de las cuerdas). La innovación tímbrica percibida en la sinfonía continua siendo un elemento esencial del compositor, quien con motivo de la primera representación, añadió dos clarinetes, dos trompetas y timbales, introduciendo un nuevo toque de color. Aunque los verdaderos protagonistas de este concierto son los instrumentos solistas, dos pianos que dialogan entre sí bajo un ligero acompañamiento de la orquesta que empasta las diversas secciones. Este concierto consta de tres movimientos:
- Allegro
- Andante
- Rondó: Allegro
El primer movimiento se caracteriza por la exhibición de una cantidad considerable de ideas temáticas e innovaciones técnicas. Los dos solistas entran en juego a través de un trino al unísono, y exponen un tema nuevo, a través del primer piano, seguido inmediatamente por el segundo. En este movimiento la orquesta está presente solo en las partes introductorias y de conexión a modo de puente entre los solistas. El segundo movimiento tiene un carácter un poco más melancólico y se caracteriza por una riqueza temática no común a otros conciertos de Mozart. Solo en el tercer movimiento la orquesta retoma su papel principal, que se desarrolla a través de un motivo temático que impregna todo el concierto.
J. Haydn – Sinfonía n. 93
El contexto en el que nace esta sinfonía nos acerca, como en la primera obra de este concierto, a un momento de búsqueda personal en el ámbito laboral. Tras la muerte del príncipe Nikolaus Esterhazy en 1790, las actividades musicales de la corte disminuyeron y con ello la pensión de Joseph Haydn.
En esta penosa circunstancia surgió la generosa propuesta que le llegó de Johann Peter Salomon, violinista alemán que se había convertido en una de las figuras más influyentes de la vida musical de Londres.
El empresario, solista, fundador y director Salomon propuso a Haydn que compusiera una serie de sinfonías para su orquesta. Juntos emprendieron viaje hacia Londres donde fue recibido como una celebridad. Compuso seis sinfonías en ese primer viaje, entre 1791 y 1792, y otras seis en su segunda visita a Londres, entre 1794 y 1795. Las doce sinfonías escritas para Salomon e interpretadas por su orquesta se llamaron más tarde “Sinfonías de Londres”.
Para satisfacer los gustos del nuevo público londinense, Haydn elaboró una nueva forma en estas sinfonías, que exponemos a continuación:
- Adagio; Allegro assai
- Largo cantabile
- Minuetto e Trio
- Finale: Presto ma non troppo
La Sinfonía No. 93 en re mayor es la primera de las sinfonías de “Londres”. Fue compuesta probablemente a finales de la primavera de 1791 en la capital británica y se presentó allí, el 17 de febrero de 1792, en el concierto inaugural de la temporada organizado y dirigido por Johann Peter Salomon por suscripción, siendo acogida con gran fervor por el público.
Como en las otras Sinfonías de Londres, también en la Sinfonía núm. 93 Haydn prepara una lenta introducción (Adagio) que empieza con dos unísonos de la orquesta en fortissimo, como toque de inicio. El ritmo de vals sobre el que se modela el primer tema regresa en el segundo tema integrado por una serie de escalas que proporcionarán el material principal del desarrollo, rico en imitaciones, diseños contrapuntísticos y pasajes solistas de fagot.
El tema en sol mayor del grupo de variaciones libres que componen el Largo cantabile es enunciado suavemente durante ocho compases solo por las cuerdas, a las que se suma el fagot durante otros ocho compases; después, la orquesta reaparece con fuerza, cambiando repentinamente a sol menor. Vuelve a retomar el tema en sol mayor, realizando paulatinamente variaciones y modulaciones que parecen mostrar una continua búsqueda del autor en el desarrollo temático. Pero al final, cuando la música se vuelve más tenue y parece extinguirse en un diálogo susurrado, un inesperado do grave en fortissimo del fagot produce un efecto verdaderamente inquietante, como una burla que precede al cierre de la orquesta.
El Minuetto, en esta primera sinfonía londinense, tiende a acercarse cada vez más al Scherzo beethoveniano, desprendiéndose en cambio del gusto galante y del Ländler presente en las sinfonías precedentes. En este Minuetto, Haydn dialoga entre contrastes que pasan de un imaginario sonoro con viento metal y timbales a modo de fanfarria marcial a pasajes silenciosos de las cuerdas en tonos distantes.