Marzena Diakun
Directora artística y titular de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid
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Les presento con gran entusiasmo esta tercera temporada de la ORCAM en calidad de directora artística. La programación es extremamente variada, riquísima en contrastes: el coro (o los coros, adultos y niños) en cantatas profanas, réquiems, misa y Te Deum de los siglos XVIII, XX y XXI cantados en latín, ruso, castellano y una de las lenguas amazónicas. Las plantillas orquestales son muy distintas, desde un planteamiento casi camerístico hasta la formación sinfónica al completo.
Recordaremos el fallecimiento de Gabriel Fauré ocurrido hace 100 años interpretando su Réquiem. La obra envuelta en misteriosa ternura omite la apocalíptica secuencia Dies irae, contrastando con la música de nuestro segundo homenajeado, Sergei Rachmaninoff en el 150 aniversario de su nacimiento: el compositor utiliza la secuencia Dies irae casi como un leitmotiv en sus obras, entre otras, las que escucharemos: La isla de los muertos y la Segunda sinfonía. Completamos esta celebración con su juvenil cantata Primavera y el Tercer concierto para piano, un apogeo del virtuosismo. Rachmaninoff está acompañado por algunos de sus paisanos más célebres: Piotr Chaikovsky que compuso en Italia sus encantadores Souvenir de Florencia; Aleksandr Scriabin, con su gigantesca Primera sinfonía para mezzosoprano, tenor, coro y amplia orquesta; Igor Stravinsky con dos obras totalmente opuestas, la asombrosa Consagración de la primavera compuesta para los Ballets rusos de Diaghilev y la Sinfonía de los Salmos, perteneciente a su época neoclásica; Sergei Prokófiev con su lírico Segundo Concierto para violín que fue creado en Madrid; Mieczysław Weinberg, polaco de nacimiento que huyó de los nazis y se refugió en la URSS donde encontró el apoyo incondicional de Dmitri Shostakovich cuya Quinta Sinfonía presenta un perfecto equilibrio entre el clima luctuoso del sublime Largo y el optimismo de su Alegretto final.
A pesar de grandes diferencias estilísticas, las obras de estos compositores tienen un parecido familiar, acaso debido a su lengua, alternando la melancolía con estallidos de alegría en un torbellino de bailes de una vitalidad formidable y sus conmovedores coros. De Scriabin a Shostakovich, oímos diferentes versiones de la misma sinfonía de lamentos y sollozos con bruscos accesos de locura o de misticismo, recubiertos por una expresión voluptuosa. “La buena música” escribió Stendhal «llega hasta el fondo del alma buscando la pena que nos consume» y la rusa acaso más que ninguna.
Maurice Ravel acompaña a su compatriota Fauré con Mi madre la oca, una de sus obras maestras, refinada, ingenua y poética, inspirada por el mundo de la infancia (cuentos de la época barroca: Pulgarcito, La Bella y la Bestia…).
Orquesta y Coro tienen una nueva y magnífica oportunidad para brillar en la dramática Missa in tempore belli de Josep Haydn, apodada “Misa de los timbales” por el sensacional uso de la percusión en el Agnus Dei. La Séptima de Beethoven, “el elogio de la danza” según Wagner, se integra de alguna manera, en las músicas concebidas para el ballet o pensando en él: Mi madre la oca, La consagración de la Primavera, Totentanz (Danza de la muerte) de Liszt basada en el Dies irae, y una rareza firmada por Heitor Villa-Lobos: Mandu Çárárá, el dios de la danza de la selva brasileña. La exuberante cantata, empleando coro adulto y coro de niños con un texto en la lengua onomatopéyica ñe’engatú del Amazonas, despliega un abanico de ritmos acompañados por percusiones tradicionales brasileñas.
La creación contemporánea tiene también una presencia relevante: obras de dos representantes del misticismo báltico, Raminta Serksnyte y Arvo Pärt, junto con obras de jovencísimos y ya galardonados compositores, Mathilde Wantenaar, natural de Ámsterdam, y el barcelonés Marcos Fernández-Barrero.
Los intérpretes invitados forman un amplio abanico. El director suizo Charles Dutoit, que interpretará la Séptima sinfonía de Beethoven, no necesita presentación pues ‘lo grabó todo’ con igual fortuna, en el podio de todas las orquestas del mundo con los más prestigiosos solistas. Otro celebérrimo director, el polaco Jacek Kaspszyk, eximio constructor de masas sonoras, tiene predilección por lo monumental −sinfonías como óperas− dirigirá El Requiém de Fauré. Fascinada por la actuación apasionada y las cualidades comunicativas sobre el escenario de la violinista Liza Ferschtman en la anterior temporada, la ORCAM ha querido invitarla de nuevo: tocará y dirigirá el Concertino de Weinberg, Noche de invierno de Raminta Serksnyte y Souvenir de Florencia de Chaikovsky. Otra violinista muy querida en Madrid, Carolin Widmann, natural de Múnich, que abarca un amplio repertorio, desde el romanticismo hasta la música contemporánea, vuelve a nuestra ciudad para interpretar el Segundo Concierto de Prokofiev. Madrid aplaudió (en 2023) al espléndido Aleksei Volodin en su faceta camerística; el pianista madrileño nacido en San Petersburgo, tocará el temido Tercero de Rachmaninoff. El israelí Yoav Levanon que cumple veinte años en esta temporada tocó en Madrid el Primer concierto de Tchaikovsky ¡hace cuatro años! Es el nuevo prodigio pianístico, no solo por su inaudito virtuosismo sino por una madurez estilística que recuerda la de Arthur Rubinstein. Tocará Totentanz de Liszt, obra tan amada por Rachmaninoff.
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