Memoria herida
Carlos G. Mera
Investigador en la Universidad de Extremadura
Elías Canetti dijo que “la música es la verdadera historia viviente de la humanidad”. A lo largo de este programa podremos escuchar la historia de una herida o, más bien, de varias heridas que conforman una misma experiencia musical de la historia. La herida persistente del patriarcado, la llaga aún abierta de la guerra, la dulce rozadura de la primavera o el corte lacerante de la religión son postales que nos trae la música a través de sus autores.
Primera herida: Joan Tower compuso la Fanfarria para una mujer poco común con el objeto de resignificar la presencia de las mujeres en un ámbito dominado por hombres. Y es que el título alude a la directora de orquesta Marin Alsop, a quien Tower dedica la pieza, por ser, precisamente, una mujer poco común en el mundo de la música de concierto.
Segunda herida: Olivier Messiaen concibió esta obra en 1963, cuando el escritor y político André Malraux le confió una pieza para conmemorar a los muertos de las dos guerras mundiales. Messiaen pensó hacer una obra para coro y orquesta, pero fue cambiando de parecer durante el proceso creativo y, a principios de enero de 1965, concluyó el encargo que vería su estreno la mañana del 7 de mayo de 1965 en la Sainte-Chapelle de París.
Debussy confiesa en 1887 que le “gustaría expresar el lento y laborioso nacimiento de los seres y las cosas en la naturaleza, su florecimiento gradual, y finalmente la alegría de nacer en una nueva vida. […] Dudo que pueda hacerlo como deseo.” Tercera herida.
La pieza final, Ciudad Arrebatada, encargada por la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte de la Comunidad de Madrid al compositor Jorge Argüelles, fue firmada durante el confinamiento por la pandemia de 2020. Una obra inspirada en la ciudad de Jerusalén, lugar en el que las tres religiones monoteístas tienen hitos de fe, convirtiéndola así en un emplazamiento de una extraordinaria fuerza espiritual. Esta cuarta herida está dedicada a todas las víctimas del COVID-19.