Cuando vamos a una tienda de juguetes antiguos, es habitual encontrarnos, a un lado del mostrador, una sección dedicada a las cajitas de música. Normalmente, bien ordenadas, aunque alguna vez alguien descuida dejarla en su sitio. El procedimiento es muy sencillo: coges la cajita y giras la manivela. Normalmente hay un tiempo de espera hasta que comienzas a ver los primeros puntitos que dan relieve al cilindro. Al principio, poco a poco. Así puedes ver cómo las pestañas metálicas chocan y acarician los puntitos cuando pasan por encima. Entonces, gradualmente subes la velocidad y tu oreja se acerca muy atenta a la cajita para escuchar los puntitos y las pestañas. Cuando descubres lo que suena, tu oreja se separa de la cajita y entonces comienzas a girar muy rápido la manivela. Ahora ya puedes jugar con los tiempos. Dada la primera vuelta, comienzas de nuevo. Esta vez a una velocidad estable, aquella que piensas que es la adecuada para una buena interpretación. Y al final, te quedas un poco triste. Se acercan los últimos puntitos que nos recuerdan que la cosa se acaba.

La experiencia de hacer sonar una cajita de música es bastante peculiar. Porque necesita que todo el tiempo estemos por ella, que la acompañemos. Es distinto a cuando apretamos un botón para reproducir música en el móvil o en un ordenador. La cajita nos hace tomar decisiones que afectan de forma gradual y continuada a aquello que suena. Por eso, tenemos que escuchar muy atentos y calibrar la velocidad del giro durante el tiempo que dura la música que contiene el cilindro. Además, no hay retorno. Por mucho que gires en sentido contrario a las manecillas del reloj, no puedes borrar ni volver a escuchar lo anterior. Solo puedes seguir adelante, hasta que termina el relieve, y comenzar de nuevo.

 

En un concierto, sucede algo parecido. El conjunto de músicos interpreta un relieve de puntitos, como es la partitura. Las pestañas son cada uno de los instrumentos y alguien que se encarga de girar la manivela, normalmente el o la directora. Pero es un engranaje muy compacto, ya que la manivela gira en función de cómo suenan las pestañas al chocar con el relieve. Así es que durante el tiempo que gira el cilindro, hay que jugar con los sonidos, probar cosas nuevas y arriesgar un poco, ya que siempre es una última vez.

 

 

La cajita contiene una música que nunca puede atrapar. Como en un concierto, que nunca puede ser el mismo: lo que suena, aquello que escuchamos y nuestra experiencia es siempre distinta y no podemos retenerla.

 

En esta temporada, tendremos varios Conciertos Ibercaja de la JORCAM en los Teatros del Canal: el Concierto de Apertura, A la Sombra de Gógol, La Cantata de las Cebollas, Galaxias Musicales, La Rebelión de los Niños, Struwwelpeter y El Jazz en el Cine. También tendremos a los Pequeños y Jóvenes Cantores en la Sala Sinfónica del Auditorio y en el Teatro Real; y los talleres de Stop Motion, Dixit Musical, Opening Bv, Theremin DIY, Cuentos Crueles al Oído y Piano Toy DIY en la Sala El Águila. Y así como las cajitas, nos gustaría que nos acompañaras.

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